Sexualización de nuestros niños, como padres: ¿qué podemos hacer?

“No es lo que dejas a tus hijos, sino lo que dejas en tus hijos.” Forrest E. Witcraft

Ignacio Supparo

11/6/20254 min read

En Uruguay, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) recomienda materiales como Educación Sexual: una construcción permanente o Apuntes para el trabajo en sexualidad desde los enfoques de género, derechos y diversidad, donde se afirma sin ambigüedad que la sexualidad no se limita a lo biológico, sino que es una dimensión constitutiva del ser humano, integradora y sujeta a construcciones sociales, culturales y de género.

En estos libros se plantea, por ejemplo, que ‘la sexualidad es dinámica, flexible y diversa en su integralidad … y está expuesta a continuas validaciones para adecuarla a las cambiantes necesidades y requerimientos del entorno’. También se afirma que la enseñanza de la sexualidad debe atender a “género, derechos y diversidad” y reconoce explícitamente la construcción social de roles de género.

Se le enseña que su sexualidad es cultural y social, desarraigándola de su naturaleza, y que se construye conforme a su autopercepción. Se les dice básicamente que los niños son seres neutros, sin sexualidad, lo que importa es lo que ellos piensen y sientan de su sexo, apuntan a su mente, no a su biología humana, y ahí es precisamente cuando intoxican sus mentes, y los confunden.

El sexo no es una herramienta que podemos utilizar según nuestra conveniencia, no somos seres fluidos que podemos ir fluctuando entre un sexo y otro conforme nuestras experiencias y deseos.

Enseñar eso a niños está muy mal: ¿Por qué?

PRIMERO: porque se trata de un enfoque ideológico, que no tiene sustento alguno en la razón y tampoco en la biología. No esta respaldad por la ciencia, en ningún aspecto, y no tiene correlación con la naturaleza humana. La Escuela esta para enseñar biología y ciencia, no ideología ni dogma.

SEGUNDO: porque la sexualidad es un ámbito íntimo y formativo, propio de la familia. No del Estado. No de los docentes. Hablar de sexualidad implica transmitir valores morales, afectivos y antropológicos. Y eso pertenece primero al hogar.

El rol del Estado es subsidiario, no sustituto: Acompaña, orienta, supervisa, pero no define la visión moral del niño. Cuando el Estado enseña una visión única y errónea sobre la sexualidad, está ocupando un lugar que corresponde a los padres.

TERCERO: porque los niños no tienen aún la madurez emocional para procesar ciertos contenidos, que hasta son muy complejos de comprender para un adulto. La sexualidad, la identidad, la intimidad y el cuerpo son aspectos que se descubren progresivamente, a medida que crece la persona.

Introducir conceptos abstractos —como identidad de género, expresión de género, orientación sexual o autodeterminación— en edades tempranas genera una enorme confusión por ser tema muy difíciles de entender. Y una vez que lo confunden, las acciones del sistema es afirmar esa confusión, no atemperarlas, y entonces la ley permite a un niño – que no puede tatuarse ni tomar alcohol – cambiar su identidad, hormonizarse (con efectos devastadores para a su salud mental y física), y si llegamos al límite de aborrecible, “cambiarle” el sexo, es decir, mutilarle sus órganos sanos. Todo esto está permitido por el Uruguay, y en lugar de llamarlo como lo que verdaderamente es, abuso infantil, se manipula el lenguaje y se lo convierte en un derecho a la “diversidad sexual”.

De esta forma se destruye la inocencia de un niño, y esa destrucción comienza en la escuela, cuando se les inculca conceptos ideológicos que los confunden, y una vez confundido su futuro puede ser tortuoso.

Educar no es adelantar etapas. Educar es respetar el ritmo natural del desarrollo del niño.

CUARTO: porque no se ha consultado a las familias. Estos enfoques se han incorporado en el sistema educativo sin participación real de los padres, cuando ellos son —por ley y por derecho internacional— los titulares del derecho educativo.

Frente a esto, muchas familias preguntan: ¿Qué pasa si no comparto ese abordaje en la educación de mis hijos?”

Primero, recordemos cuál es el marco legal que los respalda:

1) Constitución del Uruguay, Art. 68. Garantiza la libertad de enseñanza. Los padres pueden elegir el tipo de educación para sus hijos.

2) Ley General de Educación 18.437, Art. 6. La educación de los hijos es un deber y un derecho de los padres.

3) Declaración Universal de Derechos Humanos, Art. 26.3. Los padres tienen derecho preferente a decidir la educación de sus hijos.

4) Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José), Artículo 12, inciso 4. Los padres tienen derecho a que sus hijos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.

5) Fallo Judicial Menonita: El Estado no puede imponer un único modelo educativo. Lo importante es que haya educación real, no que sea escolar estatal.

Por tanto, el Estado no puede imponer una visión única sobre la sexualidad, porque estaría violando un derecho humano reconocido en normas nacionales e internacionales.

Con esto claro, vamos a las acciones concretas.

1) Solicitar información previa por escrito: presentar una nota formal al colegio pidiendo que se comunique qué se enseñará y cómo. Eso deja registro.

2) Pedir reunión con docentes y dirección: para dialogar respecto a cómo van a abordar esta temática y plantear valores familiares.

3) Presentar Objeción de Conciencia Educativa: presentar una nota donde se solicite que su hijo no sea expuesto a determinados contenidos y reciba actividad alternativa o en su defecto comunicar que el niño será retirado del aula mientras se den determinados contenidos.

4) Elegir otro proyecto educativo o modalidad: incluyendo educación en casa, siempre que exista proceso educativo real.

5) Formar o sumarse a una Red /Comisión de Familias dentro del centro educativo: Cuando un padre reclama solo, es “una opinión”. Cuando varios padres reclaman juntos, se convierte en posición institucional de la comunidad educativa.

La escuela puede enseñar, el Estado puede acompañar. Pero la formación íntima, moral y afectiva de un niño nace en la familia.

No se trata de impedir la educación. Se trata de proteger la inocencia cuando la educación se desvía de su esencia, no respeta los tiempos de la maduración humana así como reconocer que los padres tienen el derecho y el deber de guiar ese proceso.

Porque si los padres no estamos presentes en la educación de nuestros hijos, otros ocuparán nuestro lugar. Y no siempre serán personas que los amen tanto como nosotros.

La primera escuela es el hogar.

La última palabra sobre la educación de un hijo la tienen sus padres.